Reinventa el mito

La diosa ya no sale por los campos, ni siembra bellas semillas en nuestra tierra que después nacerán mirando hacia los cielos. Solo llora, se queja y añora, aún dolorida de tanto y tanto caminar. Pero esas heridas no son nada en comparación a la brecha que su propia hija ha dejado abierta en su corazón. Y es que Deméter aún no se cree las palabras que una vez pronunció su hija:

—Mamá, sé que no te cae bien; que no se ha portado todo lo bien que hubieras deseado. Pero lo amo.

Esas palabras siguen clavadas en las sienes de Deméter como yo sigo clavada boca abajo. Y ahora pasemos a hablar de mí. Os preguntareis quién os habla. Permítanme que oculte mi nombre, pues no quiero recibir la cólera de los dioses si llegan a enterarse que os estoy contando la verdadera historia de las estaciones. Eso sí, si quereis imaginaros mi aspecto solo tenéis que buscar cierta flor, hermosa como ninguna, que cuelga de las paredes del Averno. No, no os equivocáis, esto es un poco raro. Nosotras, las flores, que deberíamos mirar hacia arriba, a nuestro abuelete Helios y nuestro tataratataratataraabuelo Urano. Pero por culpa de Perséfone, nacemos en el inframundo, respirando los gases pestilentes de la laguna Estigia y escuchando las ánimas lamentarse de su infastuoso destino. Ahora veréis por qué.

Para Hades todos los días eran iguales. Cuando llegaba la noche volvía solo a la cama y no tenía con quien charlar todo lo que había hecho en los Infiernos: que si sacar a pasear al Cancerbero -nada fácil por cierto, pues enseguida el animal con tanto cariño te daba una tarascada- que si quitarle el polvo al trono, que si visitar a los espíritus aburridos que deambulaban de acá para allá sin hacer nada ¡vaya ociosos!, que si darle de comer a los pececillos de la laguna Estigia. Total, todo el día ocupadísimo y lleno de preocupaciones pero sin ninguna compañera a la que abrazar, a quien contar sus quejas sobre el trabajo tan tedioso que su hermanito Zeus le había recomendado.

Hasta que un día decidió cambiar de aires y salió a la superficie —¡Se acabó! Me declaro en huelga. Voy a dedicarme a la vida contemplativa: nada de trabajo, nada de malos aires —contento se dirigió al Olimpo. Estando a mitad de la cumbre encontró a la diosa Deméter sembrando trigo y le confesó su nueva vida —¡Anda! No seas radical ¿y si por casualidad encuentras a la mujer de tu vida? ¿Vas a dejar pasar esa oportunidad? Es que eres tonto… — Más tarde ella lamentaría esas palabras. Hades, mientras, airado por el comentario tan descarado (y un poco asfixiado con tanta cuesta) siguió adelante. De repente, escuchó unas risas y asomándose entre los arbustos vio a una joven manceba jugando con otras ninfas.

Hades and Persefone

Hades watched Persefone

No supo por qué, pero una fragancia floral le llegó a los sentidos y le llenó el corazón con la imagen de la muchacha. Se adelantó y se presentó: —Soy Hades, entre los amigos me conocen también como Plutón, no te asustes, solo quiero charlar un poco  ¿puedo invitarte a una taza de ambrosía? —Perséfone aceptó, pero con la condición de que fuera en el Olimpo, un lugar conocido y público.

Así que empezaron a conocerse y casi todos los días quedaban. Hades entraba y salía de los infiernos hecho un chaval, canturreaba Manowar, encaló y plantó bellas flores por toda la entrada de su casa. Hasta sacaba a pasear a Cancerbero, el animal movía sus cinco rabitos y no dejaba de ladrar feliz de la muerte. Deméter estaba tan contenta que se tomó unos días de vacaciones: fue a Sudamérica y plantó un nueva semilla, después tostó su semilla y se cocinó por primera vez las famosas palomitas de maíz.

Un día cualquiera la nueva pareja decidió irse a vivir juntos, sin saber Perséfone que su ausencia en la Tierra entristecería a su madre. Se hizo un invierno eterno y los mortales pasaron hambre: no había de palomitas de maíz, ni nada que llevarse a la boca. Zeus decidió hablar con su hermano mayor; lo convenció de que Perséfone tenía que visitar a su mamá unas horitas al menos. Hades accedió apesadumbrado , y la dama, a regañadientes subió los escalones de su nuevo hogar.
Pero ¡cachis! la joven tropezó con un escalón y se cayó de espaldas sobre uno de los macetones de flores que su enamorado había plantado meses atrás.  Decenas de pullas en el trasero se clavó y ¡pequeño enfado que se cogió la mujer! Se llevó cabreada medio año sin ver al marido. Hades no podía más con su aflicción y salió a buscarla —Por favor, cariño, vuelve conmigo, Cancerberito no para de llorar y el viejo Caronte no tiene con quien jugar a los dados ¡Te echamos de menos! —a Perséfone se le ablandó el corazón y acordaron que a partir de ahora, la mitad del año acompañaría a su mamá y la otra mitad a su tenebroso marido.

Todos terminaron comiendo perdices y esas cosas menos la pobre desgraciada que os habla ¡Ay de mí! fue en ese momento donde castigó a mis futuras generaciones, macetones y todo, y decidió que mis congéneres las flores no harían más daño en tan nobles posaderas, colgándonos a todas boca abajo en su morada.

Underwold's flower

______________   ______________

Chicos: lo cierto es que todo esto es mentira, que nada de esto sucedió. El truco está en que la naturaleza del ser humano no se debe al dinero ni a lo inmaterial: se debe a nuestro pensamiento, a nuestra imaginación, y «sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene mucho sentido» como dijo un maestro.  Nos debemos a nosotros mismos, a nuestra conciencia de existir y saber que somos capaces de crear verdades a partir de mentiras, pero también historias a partir de leyendas

¿Eres capaz de reinventar el mito?